No llegan de golpe, aunque a veces son tan silenciosas que nos cuesta mucho identificar cuándo han empezado. Digamos que se van colando con sutileza en nuestros armarios haciendo que nos sintamos algo incómodas.
Pero cada una tenemos una capacidad para percibirlas, un nivel de tolerancia para aguantarlas y un umbral de dolor distinto para sufrirlas. Eso sí, si no las atendemos, aunque nos parezca que se callan, van haciéndose sigilosamente cada vez más grandes.
De alguna manera nos van indicando que lo que hemos venido haciendo hasta ahora ha dejado de servirnos. Nos resulta insuficiente. Ya no nos satisface. No nos encaja. Esto nos desorienta, nos inquieta, nos desespera, porque no sabemos bien qué hacer. Y eso nos pone frente a frente con nuestra propia vulnerabilidad; sacando a relucir nuestros miedos, nuestras inseguridades y nuestras sombras.
Allá donde hay una crisis hay una oportunidad de crecimiento.
Sin embargo, allá donde hay crisis hay una oportunidad de crecimiento. En realidad, solo vienen a hacernos de espejo. Y a ponernos a prueba. Si nos atrevemos a transitarlas, aunque nos asuste, podremos sacarnos alguna que otra piedra de la mochila, alguna que otra china del zapato, quitarnos una capa más y profundizar un poquito más en quienes somos en realidad.
Las crisis de estilo, como todas las demás, se producen por un choque entre nuestras expectativas (ay! todos esos “se supone” cuánto daño nos hacen, ¿verdad?) y nuestros verdaderos logros.
¿Quieres saber si tu estilo está en crisis?
Ninguna podemos escaparnos de nuestras propias crisis de estilo. A lo largo del tiempo, yo también he tenido las mías. Y, aunque son inevitables, con ese mismo tiempo, he aprendido a detectar cuáles son los síntomas de las mías. ¿Tú las vives así también?
- Repites ropa sin parar. Y no hablo de empezar a cansarte de tus looks infalibles, esas combinaciones con las que hasta ahora te habías sentido cómoda en tu piel o te habías visto guapa. Te hablo de que comienzas a ponerte lo mismo día tras día.
- Tu armario “te queda grande”. Se hace más evidente que te sobra mucha ropa y que nada de lo que tienes dentro termina de convencerte plenamente.
- Te cuesta más rematar tus looks. No tienes ganas de “rizar el rizo” con los zapatos o te olvidas de los detalles que aportan esos pendientes o ese collar. Sientes que tu versión “descafeinada” está contagiándolo todo.
- Te descuidas. Vuelves a vestirte solo con tus básicos o te alineas con los neutros. A tus looks les falta color y empiezas a sentir que tu estilo es “muy gris”. Es más. Si los tenías, esos rituales en torno a tu ropa con los que antes disfrutabas tanto -por ejemplo, prepararte tus looks la noche anterior, ordenar tu armario con cierta frecuencia o dedicarte un tiempo para explorar nuevas combinaciones- se vuelven pesados. Tediosos. Y tú solo quieres saltártelos.
- Te cambias mil veces de ropa porque no te sientes cómoda con nada. Todo te molesta; te pica, te aprieta, se te cae, te baila, te da frío o mucho calor. Así de literal.
- Tus “no sé qué ponerme” se disparan. Prima más tu sensación de no hacer el ridículo por cómo vas vestida que la ilusión por disfrutar de la fiesta. Se te hace todo cuesta arriba porque no te ves bien con nada.
- No te apetece comprarte nada nuevo. Si necesitas renovar algo, no lo encuentras. Si compras algo sabes que, aunque intentes disfrazártelo, no te emociona nada.
- Aflojas en las decisiones que tomaste. Ese vestido estampado ya no te parece tan bonito, dejarte las canas ya no resulta tan buena idea, te cuestionas por qué te gastaste ese dinero en esa camisa, etc. Y lo peor dudas de que tienes estilo. Bueno, en realidad, dudas hasta de ti misma.
- Evitas el espejo. Total, para verte así, mejor no mirar.
- Mirar a las demás no te sienta bien. Donde antes encontrabas inspiración para tu propio estilo, ahora solo te genera emociones negativas: envidia, pereza, rabia, asco, culpa, pena… Inferioridad, complejo, comparación y frustración, en definitiva.
TRATAMIENTO PARA UN ESTILO EN CRISIS.
Es cierto que no existen ni recetas mágicas ni una cura estándar para todas, pero han sido estas píldoras -en monodosis o mezcladas con cierta alternancia- las que me han servido a mí misma y a las mujeres con las que trabajo para poner fin a sus crisis de estilo. ¿Te apetece que encontremos juntas tu propia dosis?
Cuando la autoestima baja, la comparación sube
- ¡Arriésgate!: Atreverte a probar cosas nuevas es mi medicamento preferido. Porque detrás de cada crisis de estilo hay una motivación para hacer un cambio. ¿Cuál es esa barrera que te gustaría romper? ¿Qué te da miedo? ¿Qué te frena para intentarlo? ¿Qué te gustaría hacer de tu estilo?
Puede ser un nuevo peinado, o un color que jamás se te hubiese ocurrido que te sentaría bien, o un estampado, o un tipo de prenda que nunca en la vida habría sido tu primera opción.
Permítetelo. Deja que tu estilo, que lo tienes, te sorprenda. Es la mejor manera, y a mi juicio la más rápida, de romper tu miedo a mostrar por fuera quién eres por dentro. Y la puerta de acceso a otra gran pregunta: ¿Quién eres en realidad?
- Priorizarte: Muchas de las crisis de estilo terminan de golpe y plumazo cuando te pones a ti misma en el centro de tu vida. A veces, todo lo que necesita tu armario es que te dediques algo de tiempo exclusivamente para ti. A estar contigo a solas. A hacer lo que te de la gana. Y también a ser, sin más. Tú ya me entiendes… Si quieres empezar a cuidarte de una nueva manera, más holística, más integral, ¡soy tu chica!
- Apaga el ruido de fuera: Así podrás escuchar con más nitidez qué es lo que tiene que decirte la voz de dentro. Y si no sabes muy bien cómo empezar ese diálogo interno que a veces nos asusta tanto, aquí tienes muchas preguntas que te ayudarán a reflexionar sobre tu propio estilo.
Estamos bombardeados por muchos inputs y no todos ellos nos hacen sentirnos bien, ¿verdad? Si notas que, de algún modo, algo de lo que te rodea te provoca rechazo, te bloquea o te desconecta, aléjate. Es mejor salir corriendo que dejarse la inspiración en el camino. Porque “cuando la autoestima baja, la comparación sube”.
- Acepta que se trata de un proceso: Tu estilo evoluciona contigo y, te guste o no, te acompaña en la vida. Y suele tener mucho que contarnos sobre todo en esos tramos en que el camino se vuelve más difícil. Por eso también tiene sus altibajos; lo perdemos, volvemos a encontrarlo, damos pasos hacia delante y también pasos hacia atrás.
Verlo como un proceso, y uno ciertamente muy creativo, libera mucho, ¿no crees? Porque tiene mucho de valor, de encantamiento, de compromiso, de persistencia, de confianza, de amor…. Y también de decepción, de error, de renuncia, de fracaso y de frustración.
Tomarnos con sentido del humor y no como un bochorno cuando no acertamos al elegir nuestros looks es un buen antídoto para insistir en el aprendizaje del proceso y quitarle peso a la importancia del resultado. En realidad, si te tomas tu proceso como un juego, volverás a divertirte vistiéndote más rápido.
- Simplifica tu armario: O la alquimia por la que deberían empezar las mujeres “en crisis” que son más visuales. De esto tenemos un curso guiado para que consigas tu Armario Minimalista.
Enfrentarnos a un armario que no está adaptado a nosotras nos obliga a revisar, a elegir y a tomar decisiones acerca de la ropa con la que nos sentimos identificadas. Porque muchas de nuestras “crisis de estilo” arrancan porque nos sentimos confundidas con demasiadas opciones. Fatiga de decisión, lo llaman algunos.
Si te animas con otro reto, con el reto RE podrás hacer una revisión de armario en tan solo 5 días dedicándole menos de una hora.
Y si estás inmersa en una crisis de estilo, necesitas terapia. Yo tengo esta para ti. Escríbeme y la convertimos en purito crecimiento.
Mientras te leo, ¿cuáles son tus síntomas ante una crisis de estilo? ¿Qué tratamiento te funciona para darle la vuelta?
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